Mons. Reinaldo Nann

miércoles, 13 de febrero de 2013

La Cuaresma. La limosna


Hoy contemplamos la Cuaresma como un tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente de la misericordia. Una de las prácticas cuaresmales recomendadas es la limosna: representa una manera concreta de ayudar a los necesitados y, al mismo tiempo, un ejercicio ascético para liberarse del apego a los bienes terrenales.

La limosna nos ayuda a vencer la tentación constante de servir a los "dos señores" (Dios y el dinero), y nos educa a socorrer al prójimo en sus necesidades y a compartir con los demás lo que poseemos por bondad divina. La limosna evangélica no es simple filantropía, sino expresión concreta de la caridad, la virtud teologal que exige la conversión interior al amor de Dios y de los hermanos, a imitación de Jesucristo, que muriendo en la cruz se entregó a sí mismo por nosotros.

—La Cuaresma nos impulsa a seguir el ejemplo de la "viuda pobre", cuya limosna no consistió simplemente en dar lo que poseía, sino lo que era: toda su persona.

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