Mons. Reinaldo Nann

lunes, 31 de diciembre de 2012

El "buey y el asno"



Hoy, ante la pequeñez de Jesús-Dios, el Evangelio proclama solemnemente su divinidad: su dignidad más alta se funda en la referencia a Dios, al Padre. Pero, ¿quién puede reconocerle como Dios? Según Isaías (1,3), "el buey y el asno", es decir, seres con el corazón tan simple como para, por lo menos, "conocer" a su dueño y recordar el pesebre de su amo.

En Navidad el "buey y la mula" (los corazones sencillos) son los pastores, los Magos, María y José. ¿Es que acaso podría ser de otro modo? En el establo donde está el Niño Jesús no vive la gente fina: allí viven, justamente, el buey y el asno. Pero nosotros, ¿nos hallamos tan alejados del establo porque somos demasiado finos? ¿No estamos demasiado en "Jerusalén", en el "palacio", para oír la voz de los ángeles, acudir al pesebre y adorarle?

—En la Noche Santa los rostros del buey y del asno nos miran con ojos interrogativos: Mi pueblo no entiende; ¿entiendes tú la voz de tu Señor?

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