Hoy, el evangelio
nos propone una parte del dramático interrogatorio al que Poncio Pilato sometió
a Jesús, cuando se lo entregaron con la acusación de que había usurpado el
título de "rey de los judíos". A las preguntas del gobernador romano,
Jesús respondió afirmando que sí era rey, pero no de este mundo. No vino a
dominar sobre pueblos y territorios, sino a liberar a los hombres de la
esclavitud del pecado y a reconciliarlos con Dios.
No es el poder de los reyes de este mundo; es el poder
divino de dar la vida eterna. Es el poder del Amor, que sabe sacar el bien del
mal, ablandar un corazón endurecido, llevar la paz al conflicto más violento,
encender la esperanza en la oscuridad más densa. Este Reino de la gracia nunca
se impone y siempre respeta nuestra libertad.
—Pidamos a María que nos ayude también a nosotros a seguir
a Jesús, nuestro Rey, como hizo ella, y a dar testimonio de Él con toda nuestra
existencia.
Fuente: master·evangeli.net
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