Mons. Reinaldo Nann

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El fenómeno del ateísmo



P. Enrique Cases - 28 febrero 2012 - Sección: Conoce tu fe

El ateísmo no es nuevo, pero en la actualidad a comenzado a diseminarse por los países industrializados. Un ateo que presente argumentos y respeto con los creyentes merece respeto. El diálogo con el ateísmo continúa desde la razón humana y desde la comprensión respetuosa.

La falta de religión nos muestra que algunas corrientes ideológicas llevan a la destrucción del hombre.

La más alta razón de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. Ya desde su nacimiento, el hombre está invitado al diálogo con Dios: puesto que no existe sino porque, creado por el amor de Dios, siempre es conservado por el mismo amor, ni vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor, confiándose totalmente a El. Mas muchos contemporáneos nuestros desconocen absolutamente, o la rechazan expresamente, esta íntima y vital comunión con Dios. Este ateísmo, que es uno de los más graves fenómenos de nuestro tiempo, merece ser sometido a un examen más diligente.


Es cierto que en nuestro tiempo se ha difundido el fenómeno del ateísmo, especialmente en los países dominados por el marxismo, como consecuencia de la persecución sistemática de la religión, pero también en los países de libertades democráticas y desarrollo económico.

Ateo es una palabra que significa sin Dios. Se pueden distinguir dos clases de ateos: unos, llamados ateos prácticos, viven de hecho como si Dios no existiera, sin plantearse más problemas; otros, en cambio, pretenden argumentar, de diversas maneras, que no es razonable creer en Dios: se llaman ateos teóricos. El Concilio Vaticano II lo expresa así: -Muchos son los que hoy día se desentienden del todo de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan en forma explícita» (GS, 19).

Añade el Concilio que: -quienes voluntariamente pretenden apartar de su corazón a Dios y soslayar las cuestiones religiosas, desoyen el dictamen de su conciencia y, por tanto, no carecen de culpa. (ibíd.)

Con frecuencia el ateísmo moderno se presenta también en forma sistemática, la cual, además de otras causas, conduce, por un deseo de la autonomía humana, a suscitar dificultades contra toda dependencia con relación a Dios. Los que profesan este ateísmo afirman que la libertad consiste en que el hombre es fin de sí mismo, siendo el único artífice y creador de su propia historia; y defienden que esto no puede conciliarse con el reconocimiento de un Señor, autor y fin de todas las cosas.

Una de las formas de ateísmo que más ha influido en nuestro tiempo es la elaborada por algunos pensadores, entre ellos los marxistas, según la cual, la afirmación de Dios significaría la «alineación o negación del hombre lo explican diciendo que si el hombre debe vivir en función de otro ser (Dios), no vivirá para sí mismo. A eso lo llaman -alienarse o enajenarse, es decir, hacerse ajeno y extraño a sí mismo. Por eso consideran que para que se afirme al hombre, hay que suprimir a Dios. Quitado Dios, «el hombre es Dios para el hombre y no ha de vivir en función de ese otro, distinto de él.

Esta doctrina pierde de vista algo tan evidente como que el hombre es un ser limitado, imperfecto. Y más todavía olvida que el Dios de que habla la religión es un ser que no necesita nada del hombre. Es todo lo contrario a un dueño malo, que tratara cruelmente a sus esclavos. Es precisamente Amor, Bondad y no ha hecho más que mostrar con obras su amor al hombre. La Creación es ya una obra de su amor.

La experiencia ha demostrado que esas doctrinas no llevan precisamente a la defensa del hombre, que era lo que pretendían, sino a su destrucción, que era lo que criticaban. El amor y el respeto a Dios ha hecho a los hombres durante tantos siglos dominar sus tendencias más bajas y crueles. La falta de religión nos muestra cada día la carencia de escrúpulos para los actos más viles.

El hombre creyente, lejos de -alienarse», se enriquece y se hace más fiel a sí mismo cuando vive religado a Dios. Y Dios le ofrece como meta dársele por completo en la vida futura, tan real como la presente.

«Dice en su corazón el insensato: ¡No existe Dios!». (Sal. 53, 2)

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