Mons. Reinaldo Nann

domingo, 28 de octubre de 2012

La oración de petición de bienes



Hoy contemplamos el ciego Bartimeo, que «mendigaba sentado junto al camino» a las puertas de Jericó. Precisamente por ese camino pasa Jesús Nazareno. Es el camino que lleva a Jerusalén, donde se consumará la Pascua, su Pascua sacrificial por nosotros.

En ese camino el Señor encuentra a Bartimeo, que ha perdido la vista. Sus caminos se cruzan, se convierten en un único camino. «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!», grita el ciego con confianza. Esta oración toca el corazón de Cristo, que se detiene, lo manda llamar. El momento decisivo fue el encuentro personal, directo, entre el Señor y aquel hombre que sufría. Se encuentran uno frente al otro: Dios, con su deseo de curar, y el hombre, con su deseo de ser curado. Dos libertades, dos voluntades convergentes.

—«¿Qué quieres que te haga?». Dios lo sabe, pero pregunta; quiere que sea el hombre quien hable. Quiere que el hombre se ponga de pie, que encuentre el valor de pedir lo que le corresponde por su dignidad.

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