Mons. Reinaldo Nann

lunes, 17 de septiembre de 2012

BXVI l’homme en blanc



15.09.2012 L’Osservatore Romano

La imagen del pequeño cedro plantado en un jardín por Benedicto XVI junto al presidente Michel Sleiman permanecerá entre los símbolos más claros de este valiente viaje ―en un contexto difícil y dramático― del hombre vestido de blanco (l’homme en blanc) que ha animado a todos los libaneses a no tener miedo, como titula en primera página el periódico «L’Orient Le Jour». Y ha sido el propio Papa quien ha recordado el símbolo al comienzo de su discurso en el palacio presidencial de Baabda. Aquí el Pontífice ha sido acogido con danzas y músicas orientales, entre flores y granos de arroz lanzados al aire, mientras de pequeños braseros se elevaba el incienso como se eleva la oración.


Largo y cálido fue en particular el coloquio con los cuatro principales líderes religiosos musulmanes libaneses, junto al patriarca maronita Béchara Boutros Raï. A cada uno quiso entregar el Papa Benedicto una copia en árabe de la “Ecclesia in Medio Oriente”. En el documento ―nacido de la asamblea sinodal especial para la región y definido por el propio Pontífice “road map” para los próximos años― se lee que “un Oriente Medio con pocos o sin cristianos ya no es Oriente Medio, pues los cristianos participan con otros creyentes en la identidad tan singular de la región”. De ahí se deriva que “los unos son responsables de los otros ante Dios”. Y al documento ―que Benedicto XVI ha firmado como primer acto del viaje, rodeado de los patriarcas orientales en la fiesta de la Exaltación de la Cruz― ha dado eco el discurso papal, que ha sostenido con fuerza la convivencia de paz entre cristianos y musulmanes. Precisamente la fiesta, nacida en Oriente en los últimos años del largo reinado de Constantino, sugirió al Papa la clave de lectura del documento. El vínculo entre muerte y resurrección de Cristo de hecho impone a los cristianos convertirse en testimonio de fraternidad, con actos concretos semejantes a la histórica decisión del emperador de conceder la libertad religiosa.

Así, en las palabras de Benedicto XVI se ha girado con finura la interpretación prevalente de la promesa hecha al soberano venerado en Oriente como santo: la victoria en el signo de la Cruz es “la victoria del amor sobre el odio”, que vence todo temor. En el discurso pronunciado en el palacio presidencial el mensaje se ha dirigido después a todos los libaneses, recordando la necesidad de volver a los fundamentos del ser humano. Desde los orígenes en la familia, lugar de formación esencial que frecuentemente en el país es un lugar de convivencia entre culturas y religiones diversas.

Si “queremos la paz, defendamos la vida”, exclamó con fuerza el Papa, recordando inmediatamente después que el mal no es anónimo y que el demonio busca siempre como aliado al hombre. También en “esas guerras llenas de vanidad y de horror” que hay que impedir. Educando ―repitió― en la libertad religiosa que “tiene una dimensión social y política indispensable para la paz”. Hasta que ésta crezca como el pequeño cedro símbolo de Líbano.

g.m.v.

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