Hoy, también Dios quiere que nos suceda lo mismo que a
María Magdalena. Ella anhela a Cristo. Es su único interés. Lo demás no le
importa: apariciones, ángeles… ¡nada! Busca a Cristo y llega a darse cuenta de
que es Él quien le busca, quien se esconde en el pellejo de cualquier persona
(un hortelano) y se hace el encontradizo.
También nosotros le buscamos en la oración, en las
lágrimas de nuestras penas, en los vacíos que no pueden llenar las creaturas.
Sin embargo, Él es el protagonista: por cada paso que damos hacia Él, Él da mil
hacia nosotros. Invoca desde tu corazón e insistentemente su Santo Nombre… y
pronto oirás con gran consuelo el tuyo salido de su boca.
—Maestro, Tú siempre estás conmigo aunque yo no siempre
esté contigo; sé Tú mi único tesoro, mi gran alegría, mi verdadera pasión, mi
todo, mi resurrección, mi vida nueva, mi victoria. Te espero aunque te escondas
o tardes.
Comentario: P. Ramón LOYOLA Paternina LC
(Barcelona, España).
No hay comentarios:
Publicar un comentario