Mons. Reinaldo Nann

lunes, 9 de abril de 2012

La adoración



Hoy, las mujeres que habían ido al sepulcro, sienten una gran alegría en sus corazones por el anuncio del ángel sobre la resurrección del Maestro. Y salen “corriendo”: sus corazones explotarían si no lo comunican a todos los discípulos. Jesús se hace el “encontradizo”: lo hace con María Magdalena y la otra María… y con todos los hombres.

Por su encarnación, Dios se ha unido, en cierto modo, a todo hombre. Las reacciones de las mujeres ante la presencia del Señor expresan las actitudes más profundas del ser humano ante nuestro Creador y Redentor: la sumisión —pues se "asieron" a sus pies— y la adoración. La adoración es la sumisión tierna que, en grado absoluto, sólo debemos dar a Dios.

—"No tengáis miedo", nos dice Jesús. ¿Miedo del Señor? Nunca, ¡si es el Amor de los amores! ¿Temor de perderlo? Sí, porque conocemos la propia debilidad. Por esto nos agarramos bien fuerte a sus pies: ¡Señor, no nos dejes!

Comentario: Rev. D. Joan COSTA i Bou (Barcelona, España).

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