Hoy, leemos en el Evangelio que, Jesucristo está cenando en casa de sus amigos Marta,
María y Lázaro, en Betania, cerca de Jerusalén. Jesús, el Hijo de Dios, es, al
mismo tiempo, hombre de verdad: necesita estar con sus amigos los hombres y
espera que le amemos. Poco antes había resucitado a Lázaro. Ahora vemos a María
—su hermana— perfumando los pies del Señor. Él acepta y defiende esta muestra
de cariño.
Dios es Amor. Él sólo desea nuestro bien. Nosotros somos
felices cuando descubrimos que Dios nos ama. El hombre es hombre cuando da
culto a Dios, es decir, cuando le habla y le escucha, cuando reconoce que Él es
grande y le acepta como su Creador. Los animales irracionales jamás podrán
hacer eso.
—Dios mío, me pongo de rodillas ante ti, porque Tú eres mi
Señor. Sin ti yo no sería nada. No quiero vivir sin ti. Santa María, no
permitas que me aleje por nada de tu Hijo divino.
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