Mons. Reinaldo Nann

sábado, 21 de abril de 2012

Dios, autor y señor de la naturaleza



Hoy, después del compartir los panes con la multitud, vemos a Jesús retirarse a la montaña. Al atardecer, los discípulos descienden a la orilla del mar y suben a una barca de vuelta a Cafarnaúm. La navegación, en la oscuridad, enfrentando el mar agitado, simboliza la inseguridad de los hombres en la ausencia de Dios. Andando sobre las aguas, se aproxima a nosotros y nos trae la paz.

Con éste y otros signos (calmó una tempestad mandando al mar que se "callara"), Jesucristo nos dejó señales inequívocas de su divinidad y de su señorío ante la naturaleza. Él es el Hijo eterno de Dios, por quien todo fue hecho, y nosotros somos parte de la naturaleza creada. Gracias al don de la libertad, participamos de un modo privilegiado (la cultura) de la creatividad divina. Debemos reconocer nuestra deuda ante Dios por habernos privilegiado con una naturaleza tan perfecta.

—Padre, en medio de las tempestades, hazme comprender que el Resucitado camina conmigo, motivándome a permanecer firme en el camino trazado por Él.

Comentario: P. Luis PERALTA Hidalgo SDB (Lisboa, Portugal).

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