Mons. Reinaldo Nann

martes, 6 de marzo de 2012

La tentación: apariencia de bien


Hoy, el Maestro nos previene ante la hipocresía y doblez de los escribas y fariseos. Éstos últimos —un grupo religioso contemporáneo de Jesucristo— son el "blanco" de dicha denuncia. En una ocasión Jesús los tildó como "sepulcros blanqueados". Y es que resulta propio de la tentación adoptar una apariencia moral: no nos invita directamente a hacer el mal, eso sería muy burdo.

La tentación finge mostrarnos lo mejor: abandonar, por fin, lo ilusorio y emplear eficazmente nuestras fuerzas en mejorar el mundo. Además, se presenta con la pretensión del verdadero realismo: lo real es lo que se constata (menospreciando la fe). Y, en efecto, un vicio del llamado "fariseísmo" consistía en radicar el bien en el cumplimiento formal (sin corazón) de unos preceptos, que no eran tanto de Dios como de una retorcida casuística humana. Ahí aparece claro el núcleo de toda tentación: poner orden en nuestro mundo por nosotros solos, sin Dios, contando únicamente con nuestras propias capacidades.

—Jesús, quiero hacer tu voluntad; sólo me importa tu juicio.

* Texto elaborado a partir de textos de Benedicto XVI (Master evangeli.net)

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