Mons. Reinaldo Nann

viernes, 16 de marzo de 2012

Iglesia de Irlanda: Campanadas de renovación

San Patricio, Patrón de Irlanda

16-03-2012 L’Osservatore Romano

No será un acontecimiento aislado, sino un momento de gracia, sobre todo para un catolicismo que está tratando de renovarse después de un tiempo difícil y, en muchos aspectos, dramático. Así quiere vivir la Iglesia que está en Irlanda la celebración del 50° Congreso Eucarístico Internacional, que tendrá lugar en Dublín, del 10 al 17 del próximo mes de junio, sobre el tema «La Eucaristía: comunión con Cristo y entre nosotros».

«Nuestra comunidad —dice el arzobispo de Dublín Diarmuid Martin en la entrevista concedida a nuestro periódico— está herida, entristecida por los sufrimientos que aún hoy soportan los menores víctimas de abusos, y por los de sus familiares. Pero también es una Iglesia que ha emprendido decididamente el camino de la renovación más profunda, siguiendo las directrices trazadas por Benedicto XVI en su carta a los obispos de nuestro país. Y el Congreso eucarístico que estamos preparando constituye un elemento fundamental de este camino. Por eso, lo vivimos como un acontecimiento destinado a prolongarse en el tiempo para nosotros, precisamente porque el hecho de reunirnos todos juntos en torno a la Eucaristía para redescubrir el sentido de nuestra comunión con Jesús y entre nosotros, representa el núcleo central de la renovación de la Iglesia que está en Irlanda».

Después de ochenta años Irlanda acoge de nuevo un Congreso Eucarístico internacional. El de 1932 coincidió con un período de profundas divisiones, debidas en gran parte a las consecuencias de una guerra civil que había dividido en dos el país. Divisiones que, aunque ya habían pasado diez años, persistían aún.

¿Encuentra analogías entre los dos acontecimientos?


Ciertamente, también el Congreso Eucarístico Internacional celebrado en 1932 fue un gran acontecimiento. Se realizó en las formas tradicionales propias de ese tiempo, con grandes procesiones por las calles de la ciudad, con una gran participación de multitudes. El que estamos a punto de celebrar no será así, en el sentido de que se cuidará mucho más la sustancia, es decir, el contenido más que la forma. Pero yo no creo que estas sean las analogías. Efectivamente, aquel primer congreso tuvo lugar en un momento muy difícil para el país. El arzobispo de Dublín de entonces se había esforzado muchísimo por evitar la guerra civil que sacudió al país de 1920 a 1922. Era consciente de los desastres que iba a comportar y no sólo en el aspecto material. No tuvo éxito en su empeño. Preocupado por la persistencia de las divisiones diez años después del fin del conflicto, pensó que la organización y la participación en un acontecimiento como el Congreso eucarístico serían una ocasión propicia para unir a las dos almas de Irlanda que se oponían entre sí y para llevarlas a la reconciliación. Pues bien, yo creo que el próximo Congreso tendrá los mismos efectos. Verá a los católicos irlandeses dejar de lado sus contrastes y divisiones causados por uno de los períodos más dolorosos de la historia de nuestra Iglesia, a fin de colaborar juntos en la realización de un acontecimiento que yo considero fundamental para redescubrir la necesidad de avanzar juntos por el camino de la reconstrucción.

¿Qué reacciones ha suscitado la noticia de la celebración del Congreso en Dublín justamente después de un momento tan difícil?
Al inicio se recibió con cierto escepticismo. Muchos pensaron que queríamos hacer que la Iglesia retrocediera en el tiempo para no mirar al presente. Pero con el paso de los días, y sobre todo gracias a la enseñanza de obispos y sacerdotes sobre el auténtico significado de esta nueva convocatoria en torno a la Eucaristía, el interés aumenta y también los medios de comunicación nacionales prestan atención a lo que ahora se define «un gran acontecimiento». Diría que el cinismo con que se había recibido el anuncio, poco a poco está dando lugar a la percepción de la importancia de este acontecimiento, no sólo para la Iglesia sino también para todo el país.

Ha aludido usted al camino de renovación emprendido por la Iglesia que está en Irlanda. ¿Qué camino se ha elegido y de qué modo podrá ayudar el Congreso?
Naturalmente, el camino emprendido sigue los pasos indicados por Benedicto XVI en la carta dirigida a los obispos del país el 19 de marzo de 2010. La idea que nos guía es la de convocar a todas las fuerzas vivas de la Iglesia en torno a la Eucaristía para redescubrir el sentido de nuestra comunión. Así pues, el Congreso es la ocasión propicia para hacer explícita la convocatoria y también para verificar la respuesta de los fieles. Por este motivo, por poner un ejemplo, he querido que la idea de la convocatoria para el Congreso se expresara mediante la peregrinación por el país de una pequeña campana, que el Papa bendijo durante la audiencia general del pasado miércoles 14 de marzo. Proviene de una igliesita derrumbada. Nos la regalaron para que no se perdiera. Y hemos pensado llevarla en peregrinación por todo el país precisamente para convocar a los fieles a un acontecimiento fundamental para la vida nueva de nuestra comunidad. Y no sólo eso; además, hemos hecho que peregrine también entre los anglicanos y las demás comunidades cristianas. La campana es el símbolo por excelencia de la convocatoria a la oración.

En efecto, queremos convocar a los fieles a orar. La oración es el viático necesario para la renovación pastoral y espiritual, sobre todo después de las dificultades causadas por los escándalos que se han producido.

Para una sociedad cada vez más atraída por corrientes laicistas, ¿cree usted que basta la invitación a la oración para recuperar la imagen y la credibilidad tan deterioradas?
Indudablemente, Irlanda, como muchos otros países, está atravesada por una peligrosa corriente laicista, y en algunos casos incluso anticlerical. Por lo demás, es una cultura que está en fase de cambio, prescindiendo de los acontecimientos, y también la Iglesia se ve envuelta en este cambio. Así pues, no cabe duda de que debemos buscar la renovación, sobre todo la renovación espiritual y, por consiguiente, pastoral. Y la oración nos da la fuerza necesaria para hacerla. Con todo, es evidente que no podemos limitarnos a esto; es preciso traducir la oración y la pastoral misma en hechos concretos. Como ya le he dicho, nos estamos moviendo, como Iglesia, según las indicaciones surgidas a partir de la visita apostólica y contenidas en la relación final, que por lo demás se publicará dentro de poco tiempo, y según las sugerencias hechas al Episcopado por el Papa mismo en su carta.

¿Por ejemplo?
El primer compromiso se refiere a la formación de los futuros sacerdotes. Por tanto, al seminario. Hay nuevas normas para la admisión de los candidatos, más rígidas, y confieren más poderes a los rectores. Se trata, sobre todo, de normas orientadas no sólo a una rigurosa selección cualitativa de los aspirantes al sacerdocio, sino también a la calidad de la enseñanza que se les imparte, y por consiguiente a la calidad de quienes enseñan. Y sobre esto hay una densa red de control. En lo que atañe a las diversas diócesis, se ha dirigido a todos los obispos la invitación a revisar y reforzar las normas para la protección de los niños en todas las actividades de la Iglesia. Se ha creado una comisión nacional que controla, en todos los niveles, que se respeten las normas. Lo hace mediante verificaciones periódicas, programadas y estructuradas en cada diócesis. Asimismo, se ha establecido la obligación de verificar las cualidades morales de toda persona destinada a un trabajo pastoral con niños. La verificación se realiza también a través de una colaboración específica con los cuerpos de policía.

Sin embargo, lo que más deseo subrayar es que no se trata de procesos o de medidas aisladas; todo entra en un único proyecto de renovación pastoral, que abarca todos los campos de actividad de la Iglesia y no está vinculado sólo a situaciones contingentes, como son precisamente los escándalos que nos han turbado. En este sentido, vivimos también el Congreso eucarístico como parte integrante de este proyecto. Al estar centrado en la Eucaristía, llama perfectamente la atención sobre lo que constituye el punto central de la renovación actual, es decir, la Eucaristía.

En todo este proceso, ¿qué lugar ocupan los menores víctimas de los abusos y sus familias?
Constituyen una herida difícil de cicatrizar en el corazón de una Iglesia entristecida por los sufrimientos que deben soportar todavía hoy tantas personas. Estamos poniendo el máximo empeño para devolverles serenidad, para obtener el perdón necesario a fin de reconstruir un vínculo violado. En cada diócesis se ha instituido un centro de asistencia dedicado a ellos; en cada parroquia hay centros de acogida, de escucha, de apoyo. A quienes se dirigen a estos centros se les asegura cercanía y asistencia inmediata, de cualquier tipo.

¿Puede poner un ejemplo?
La petición más frecuente es la de ayuda para superar el trauma sufrido. En un plazo máximo de veinte días se pone a su disposición un psicólogo, de forma gratuita. Actuando de otra manera, el acceso a un servicio de este tipo requiere al menos un año. Luego comienza el trabajo de acompañamiento y de compartir todo el camino que se quiera y se deba realizar juntamente.

¿Cuántos se han dirigido a la Iglesia hasta hoy para que se les ayude en este sentido?
Es difícil dar cifras, sobre todo porque es necesario salvaguardar el anonimato. Pero yo creo, al menos de acuerdo con las noticias que me han llegado, que se trata de varios centenares de personas.

Y en todo esto, ¿cómo ha cambiado —si ha cambiado— la relación con las autoridades?
Después de un primer momento de aspereza, las cosas van mejorando. En la práctica, es como si se hubiera iniciado una nueva relación, que debe desarrollarse más aún. Ciertamente, se aprecia el gran compromiso que está llevando a cabo la Iglesia.

¿Qué espera, en definitiva, la Iglesia en Irlanda del próximo Congreso eucarístico?
Una fuerte llamada a la corresponsabilidad de todos para avanzar hacia una renovación centrada en la Eucaristía. Que eso es posible lo demuestra precisamente la respuesta que ha llegado inmediatamente de las Iglesias locales de otras naciones. La participación anunciada por los obispos de todos los países es extraordinaria, en algunos casos, excepcional. Es un mensaje claro. Habrá que ver cómo responden los fieles, pero precisamente gracias a la peregrinación de nuestra campana podemos decir que tenemos confianza. El Congreso se desarrollará en siete jornadas, centradas en asambleas cuyo momento central será la misa diaria. Se concluirá con la celebración común en el estadio de Dublín, presidida por el legado pontificio.

¿Cuál es el programa?
El primer día se dedicará al Bautismo, un sacramento que une a todos los cristianos. Para subrayar este aspecto hemos invitado al arzobispo anglicano de Dublín; participarán un metropolita de la Iglesia ortodoxa rusa, uno de la Iglesia ortodoxa griega, el responsable de la comunidad de los Focolares y el prior de Taizé. El segundo día trataremos el tema del matrimonio y la familia; el tercero, el sacerdocio y el servicio en el ministerio de la comunión; el cuarto día se dedicará a la reconciliación, tema muy importante para la Iglesia en Irlanda; el quinto día, se tratará sobre el sufrimiento y la curación; por último, el sábado se dedicará a María. Así pues, se trata de un panorama completo de la misión sacerdotal que el Papa ha pedido a todos los obispos, destinada a hacernos crecer a todos, sobre todo a nosotros los obispos y los sacerdotes. No hay que olvidar que aquí hay numerosos sacerdotes —y son la mayoría— que han trabajado bien, que han ayudado a muchos jóvenes a encontrar su espacio, su futuro. Por otra parte, es algo que sucedió y no debía suceder de ninguna manera. Las víctimas son quienes llevan una herida profunda, que no cicatriza en pocos días. Ellas constituyen la primera, la verdadera, la gran preocupación, y a ellas hoy dedicamos toda nuestra atención. En suma, quiero subrayar que el Congreso no es y no será un hecho aislado. Forma parte de un amplio proyecto de renovación ya iniciado. La participación internacional es relevante, también a un nivel muy alto, y se trata de un hecho notable. Esperamos lograr estimular al pueblo irlandés. Nosotros nos presentamos como una gran feria de ideas para la renovación de la Iglesia, en la que todos están invitados a participar. Yo creo que construir una gran Iglesia significa también ofrecer una contribución importante para la construcción de una gran sociedad.

Mario Ponzi

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