Mons. Reinaldo Nann

lunes, 9 de enero de 2012

Llegar a ser lo que ya somos


08-01-2012 Radio Vaticana

Domingo, 8 ene (RV).- Tras celebrar esta mañana (ayer) la Santa Misa en la Fiesta del Bautismo del Señor -en la Capilla Sixtina del Vaticano-, durante la cual administró el Sacramento del Bautismo a dieciséis niños; el Papa rezó a mediodía la oración mariana del ángelus con los fieles y peregrinos de numerosos países reunidos en la soleada Plaza de San Pedro.


Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos la fiesta del Bautismo del Señor. Esta mañana he administrado el Sacramento del Bautismo a dieciséis niños, y por esto deseo proponer una breve reflexión sobre nuestro ser hijos de Dios. Pero, ante todo, partamos de nuestro ser sencillamente hijos: ésta es la condición fundamental que nos une a todos. No todos somos padres, pero todos seguramente somos hijos. Venir al mundo jamás es una elección, no se nos pide antes si queremos nacer. Pero durante la vida, podemos madurar una actitud libre con respecto a la misma vida: podemos acogerla como un don y, en cierto sentido, “llegar a ser” lo que ya somos: convertirnos en hijos. Este pasaje marca un cambio de madurez en nuestro ser y en la relación con nuestros padres, que se llena de reconocimiento. Es un pasaje que también nos hace capaces de ser, a nuestra vez, padres, no biológicamente, sino moralmente.

También con respecto a Dios todos somos hijos. Dios está en el origen de la existencia de toda criatura, y es Padre de modo singular de cada ser humano: tiene con él o con ella una relación única, personal. Cada uno de nosotros es querido, es amado por Dios. Y también en esta relación con Dios nosotros podemos, por decirlo de alguna manera, “renacer”, es decir, convertirnos en lo que somos. Esto sucede mediante la fe, mediante un “sí” profundo y personal a Dios como origen y fundamento de mi existencia. Con este “sí” yo acojo la vida como don del Padre que está en los Cielos, un Padre que no veo pero en el que creo y que siento en lo profundo del corazón que es mi Padre y el de todos mis hermanos en humanidad, un Padre inmensamente buen y fiel. ¿Sobre qué se basa esta fe en Dios Padre? Se basa en Jesucristo: su persona y su historia nos revelan al Padre, nos lo dan a conocer, en la medida de lo posible en este mundo. Creer que Jesús es Cristo, el Hijo de Dios, permite “renacer desde lo alto”, es decir de Dios, que es Amor (Cfr. Jn 3, 3). Dice san Juan a propósito de Jesús: “A todos los que lo recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios” (Jn 1, 12). Éste es el sentido del sacramento del Bautismo: es un nuevo nacimiento, que se produce gracias al Espíritu Santo en el seno de la Iglesia.

Queridos amigos, este domingo del Bautismo del Señor concluye el tiempo de Navidad. Demos gracias a Dios por este gran misterio, que es fuente de regeneración para la Iglesia y para el mundo entero. Dios se ha hecho hijo del hombre, para que el hombre llegue a ser hijos de Dios. Renovemos por tanto la alegría de ser hijos: como hombres y como cristianos. Nacidos del amor de un padre y de una madre, y renacidos del amor de Dios, mediante el Bautismo. A la Virgen María, Madre de Cristo y de todos aquellos que creen en Él, pidámosle que nos ayude a vivir realmente como hijos de Dios, no con las palabras, sino con los hechos. Escribe también san Juan: “Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó” (1 Jn 3, 23).


Después de rezar el Ángelus, el Papa saludó en diversas lenguas a los fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro. En nuestro idioma, Benedicto XVI dijo:

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana. Celebramos hoy la fiesta del bautismo del Señor en el Jordán, en el que se revela el misterio del nuevo bautismo del agua y del Espíritu. Os exhorto a hacer memoria del día en que fuimos iluminados sacramentalmente en Cristo y comenzamos nuestra existencia como hijos de Dios. Que el compromiso manifestado entonces y la fe que proclamamos, no dejen de resonar en nuestros corazones y nuestras voces. Muchas gracias.

Por último, el Santo Padre dirigió un caluroso saludo a los peregrinos de lengua italiana, y de modo especial a las familias y a los grupos parroquiales. A todos ellos el Obispo de Roma les deseó un feliz domingo y, nuevamente, sus mejores deseos de bien para el año que acaba de comenzar.

(Traducción de María Fernanda Bernasconi – RV).

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