Mons. Reinaldo Nann

sábado, 26 de noviembre de 2011

Festividad de San Leonardo de Porto Mauricio

Predicador.

EI santo de la devoción al Via Crucis y a la Inmaculada. El fraile que salvó al Coliseo de la ruina total. El predicador ardiente de la Pasión de Cristo. Estas son las características de san Leonardo de Puerto Mauricio.

Había nacido en Liguria en 1676, y su padre era un capitán de marina, Domingo Casanova, que murió cuando Leonardo era muy niño. Fue llevado a Roma, y estudió en el Colegio Romano. Después entró al Retiro de san Buenaventura y vistió el hábito franciscano.

Desarrolló su actividad sacerdotal principalmente en Florencia. Las cruces que sus hermanos habían colocado fuera de la puerta de S. Miniato se convirtieron para él en púlpitos campales. Algunos episodios de la vida del santo demuestran la eficacia de su palabra. Al final de un sermón sobre la Pasión, en Córcega, dos hombres, endurecidos por odios seculares, dispararon al aire sus fusiles y se abrazaron en señal de paz.

En Florencia, sus sermones constituían un llamamiento a todos los ciudadanos, incluso a las mujeres de mala vida. Fue famoso el Via Crucis que fray Leonardo predicó el 27 de diciembre de 1750 en el Coliseo durante el año jubilar proclamado por Benedicto XIV. Era la primera vez que se celebraba un rito religioso en el anfiteatro Flavio. Desde ese año se conserva la piadosa tradición hasta nuestros días y todos los viernes santos el Papa preside personalmente el rito penitencial.

Antes del primer Via Crucis, el Coliseo era prácticamente una cantera, pero cuando se introdujo esta piadosa devoción, la demolición se detuvo y fue considerado como meta de numerosas peregrinaciones.

Fray Leonardo era un gran devoto de la Virgen y un apasionado defensor de la Inmaculada Concepción. Convenció al Papa para que convocase un Concilio. Benedicto XIV preparó una Bula para el efecto, aunque por diferentes causas el documento nunca fue publicado.

En 1751 fray Leonardo moría en su amado Retiro de san Buenaventura sobre el Palatino. El Papa mismo fue a arrodillarse ante su féretro. Sobre la tumba del santo fue expuesta la carta profética escrita por fray Leonardo poco antes de su muerte. En ella vislumbraba la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.

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