Mons. Reinaldo Nann

sábado, 12 de noviembre de 2011

Festividad de San Emiliano (o San Millán) de la Cogolla

Monje.

Etimológicamente: Emiliano significa “amable”. Viene de la lengua latina.

San Millán (en latín figura en ocasiones como Aemilianus).

San Emiliano o Millán de la Cogolla fue hijo de un pastor, Millán ejerció ese oficio hasta la edad de veinte años. Desde finales del siglo IV se dio con cierta frecuencia entre los cristianos de Occidente la conversión ascética. San Millán fue uno de estos que eligió ser un eremita ascético en un lugar retirado. El sitio escogido fue en medio de una exuberante vegetación, en la vertiente oriental de la sierra de la Demanda, que separa la meseta del valle del Ebro. En la roca del monte excavó su propia celda y allí vivió como asceta hasta su muerte.

La iniciación como ermitaño la comenzó con otro eremita llamado Félix, del que se dice fue "varón santísimo" y con quien estaría tres años en los Riscos de Bilibio próximos a Haro. Después marchó a refugiarse en los montes Distercios o Cogollanos, rincón escondido en el que levantaría altares y donde vivió 40 años en soledad.

Sabedor el obispo Didimo de Tarazona de sus virtudes, le nombró sacerdote de su villa natal, Berceo, cargo que ejerció durante tres años. Otros clérigos le acusaron de malgastar los bienes eclesiásticos, dada su generosidad con los menesterosos por lo que se apartó a las cuevas de Aidillo, lugar donde se construiría más adelante el Monasterio de Suso. Rápidamente se le unieron otros clérigos; Aselo, Cotonato, Geroncio, Sofronio, etc. incluso una mujer llamada Potamia, venida de Narbona. Este grupo iría incrementándose en lo sucesivo.


Cerca del año 550, siendo rey Atanagildo, excavaron nuevas cuevas, colocadas en dos pisos que estaban unidos por un pozo, donde habitaba Millán. Allí falleció y fue enterrado a la edad de ciento un años.

Con la llegada de los árabes no cambió nada en aquel lugar y sus alrededores. Las tierras de las cuencas de los ríos Ebro y Duero eran tierras de nadie, habitadas únicamente por ermitaños como Millán.

Su sepulcro se convirtió en lugar de peregrinaje al que acudían condes y reyes castellanos para encomendar sus batallas contra los musulmanes.

El rey García Sánchez tras inaugurar en 1052 el Monasterio de Santa María la Real de Nájera quiso enriquecerlo trayendo los cuerpos de Santos de la comarca. Así el 29 de mayo de 1053 intentó llevar a dicho monasterio los restos de Millán sin conseguirlo, por el milagro de los bueyes que no querían continuar con el traslado. Por este milagro decidió construir un nuevo monasterio para albergar su cuerpo en el lugar donde los bueyes habían quedado parados, este sería el Monasterio de Yuso.

La vida de san Millán la contó, en latín y por primera vez, Braulio de Zaragoza, obispo, cincuenta años después de su fallecimiento, en una famosa Vita Aemiliani. En esta biografía se dice que nació en Vergegio en la diócesis de Tarazona, dado que el actual Berceo riojano jamás ha pertenecido a la diócesis turiasonense es poco probable que fuera éste su lugar de nacimiento. No obstante puede considerársele también riojano debido a la obra que realizó en esa tierra. Se puede afirmar casi con toda certeza que Torrelapaja, por aquel entonces núcleo de población dependiente de Berdejo, es su patria chica.

Más tarde, en el siglo XIII, contó su vida Gonzalo de Berceo en versos alejandrinos con el título "Estoria del Sennor Sant Millan".

En la batalla de Simancas, año 939, Ramiro del reino astur-leonés, Fernán González del condado de Castilla, y García Sánchez del reino de Pamplona-Nájera, se enfrentan a Abd al-Rahman III. San Millán se aparece en mitad de combate en defensa de los cristianos y fue hecho patrono de castellanos y navarros comprometiéndose a pagar tributos; son los llamados "Votos de San Millán". Fernán González favorecerá enormemente al monasterio de San Millán con privilegios y donaciones.

Gonzalo de Berceo en su Vida de San Millán cuenta la promesa de los votos legendarios, de una parte Ramiro II de León a Santiago y de la otra, Fernán González a San Millán. Luego refiere la maravillosa aparición de ambos patronos en la batalla de Hacinas, en la que elogia la intervención a favor de los vasallos con estos versos:

non quisieron embalde la soldada levar
primero la quisieron merecer e sudar,
tales sennores son de servir e onrar

Pese a la "imposición" del patronazgo de Santiago tras la unificación de Castilla y León, los castellanos continuaron reclamando que San Millán era su patrono y así en tiempos de Enrique II de Castilla en 1373, la Universidad de Ciudad y Tierra de Ávila llegó a negarse a pagar el voto a Santiago y sus procuradores llevaron el asunto a las cortes. Los castellanos pagaban el Voto a San Millán.

En el siglo XVII, al desarrollarse un amplio debate sobre patronos, San Millán volverá a ser reclamado como patrón de Castilla y por lo mismo copatrón de España junto a Santiago, patronazgo que se mantuvo en los misales hasta la reforma litúrgica del concilio Vaticano II.

La iconografía de San Millán es muy rica, ya que puede aparecer como pastor, ermitaño, monje bendictino o sacerdote diocesano. Al ser patrón de Castilla y Navarra en muchas iglesias de pueblos aparece de distintas maneras.

En los marfiles del arca relicario aparece como pastor o como venerable sacerdote curando enfermos o enfrentándose a Satán, al que vence una y otra vez.

En la portada del Monasterio de San Millán de Yuso y en el altar mayor, lo mismo que en la iglesia de san Millán y san Cayetano de Madrid aparece representado san Millán luchando contra los moros, al igual que el apóstol Santiago. Es la iconografía que se pone de moda en el Barroco.

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