lunes, 23 de noviembre de 2015

La santidad en la vida ordinaria


Hoy, la discreta ofrenda de la viuda pobre "despierta" la atención de Jesús. Ante su mirada, los santos no son una exigua casta de elegidos, sino una muchedumbre innumerable: los reconocidos de forma oficial y también los bautizados de toda época que se han esforzado por cumplir la voluntad divina. De gran parte de ellos —como el caso de esta viuda— no conocemos ni el rostro ni el nombre, pero con los ojos de la fe los vemos resplandecer en el firmamento de Dios.

Contemplar el luminoso ejemplo de los santos suscita en nosotros el gran deseo de ser como ellos, felices por vivir cerca de Dios, en la gran familia de los amigos de Dios. Ésta es la vocación de todos nosotros, reafirmada con vigor por el Concilio Vaticano II. Y para ser santos no es preciso realizar acciones extraordinarias, ni poseer carismas excepcionales.

—Señor, la santidad exige un esfuerzo constante, pero es posible a todos, porque —antes que obra del hombre— es un don de tu misericordia.

Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI) (Città del Vaticano, Vaticano).

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