martes, 10 de noviembre de 2015

Comunicado Especial [Conferencia Episcopal Peruana]

Ante las denuncias públicas de graves e inmorales actos de abuso sexual y psicológico contra personas inocentes, varios de ellos menores de edad, cometidos por algunos miembros del Sodalitium Christianae Vitae, y de manera particular por su fundador, el Señor Luis Fernando Figari, expresamos en nuestra condición de Pastores de la Iglesia, lo siguiente:

  1. Compartimos la indignación y el estupor ante estos hechos que jamás debieron suceder.
  2. Rechazamos cualquier forma de abuso y maltrato, haciendo nuestra la expresión del Papa Francisco: “no hay lugar en el ministerio de la Iglesia para aquellos que cometen estos abusos, y me comprometo a no tolerar el daño infligido a un menor por parte de nadie” (Homilía, 7 de Julio del 2014).
  3. El abuso sexual es un execrable crimen que ofende gravemente a la víctima, a la sociedad, a la Iglesia y a Dios mismo; aún más si se comete violando la inocencia y la confianza de menores, de jóvenes y de sus familias. Por eso, la sociedad y la Iglesia lo deben combatir con todos los medios, tanto en el ámbito civil como en el eclesiástico.
  4. La Iglesia ha manifestado con firmeza que, “sin perjuicio del foro interno o sacramental, siempre se siguen las prescripciones de las leyes civiles en lo referente a remitir los delitos a las legítimas autoridades. Naturalmente, esta colaboración no se refiere sólo a los casos de abuso sexual cometido por clérigos, sino también a aquellos casos de abuso en los que estuviera implicado el personal religioso o laico que coopera en las estructuras eclesiásticas” (Carta Circular de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 3 de mayo de 2011).
  5. Exigimos a los responsables de las instituciones eclesiales que estos repudiables actos no se oculten y sean denunciados oportunamente.
  6. Como Pastores de la Iglesia estamos dispuestos a acoger, escuchar y acompañar a las víctimas de estos lamentables abusos.
  7. Renovamos nuestro compromiso irrenunciable de proteger y defender la vida y la inocencia de los niños, “porque de los que son como ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 19,14). Los niños y los jóvenes son el tesoro de nuestras familias, de la sociedad y de la Iglesia.
Lima, 2 de Noviembre del 2015

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